No estamos solas: hermanadas en la disidencia

I Premio Librería Disidente

Tamara Crespo

Esta crónica se ha demorado, primero, porque la librera, aunque no esté sola, solo tiene dos manos para muchas cosas, como la mayoría de las compañeras, libreras y editoras, con las que el 25 de febrero compartí momentos impagables de camaradería y disidencia. Además, es difícil escribir sobre una misma, nada acostumbrada a que la premien, así que voy a hacerlo sobre la Asociación Barrio de Libros, que nos concedió el Premio Librería Disidente, compartido con otras dos librerías ahora más hermanas que nunca, por haberlas podido abrazar. En estas pocas líneas que queden para el recuerdo, halaré también en plural acerca de nosotras, de las librerías independientes, de lo distintas que somos teniendo tanto en común, compartiendo tanto como compartimos, a su vez, con las lectoras y lectores que nos dan la vida.
No estamos solas, no, somos inmensas minorías dispuestas a dar la batalla frente a los relatos únicos, frente a la obscena mercantilización de algo tan importante como es el libro para la salud de una sociedad, de una democracia.
Estamos en los márgenes, transitamos otros caminos, la mayor parte del tiempo, sendas solitarias, por eso es tan importante encontrarse, reconocerse, celebrarse como hizo posible Barrio de Libros con esta primera edición del Premio Librería Disidente.
«Ser un lugar de encuentro para gente que piensa críticamente se ha convertido en nuestra seña de identidad», decían las compañeras de La Libre de Barrio, librería asociativa de Leganés.
Somos «mundos que conectan y eso pasa mucho con los libros, con el amor a los libros», destacaban las libreras de La Vorágine, librería asociativa de Santander.
Marta Martínez Carro, en representación de Barrio de Libros, habló del deseo que le asaltó, durante una entrega de premios «de esas que reúnen a la flor y nata del mundo editorial», y que no fue otro que editar el discurso de quien habló en nombre de los editores «cambiando la palabra libro por la palabra lechuga». También habló de amor.
Otro de los fundadores de Barrio de Libros, Hugo Camacho: «Aquí estamos, como Galos en la última aldea, celebrando nuestro triunfo, porque el que podamos estar aquí hoy es un triunfo, montar Barrio ya fue un triunfo (…). Así que como decimos poco la palabra triunfo, voy a decirla más: triunfo, triunfo, triunfo».
Así son estas brillantes compañeras y compañeros de caminos, de caminos que convergen y que conducen a otros mundos posibles, a otros mundos que están en este y que es muy importante conocer para no acabar transitando solo por las autopistas que conducen a los lugares comunes, al pensamiento único, a la devaluación de la palabra escrita y de su vehículo, el libro.
Durante mi intervención cité a Éric Vigne, autor de El libro y el editor (Trama editorial), que leído al comienzo de mi vida como librera, me dejó huella. Entre muchas otras cosas, decía este editor a sus colegas: «si todavía creemos que ejercemos un verdadero oficio; si sabemos que el universo del libro es un legado que no nos pertenece y es lo que algunos teóricos llaman “bien común” -razón por la que la mercantilización y sus agentes creen que pueden apropiarse fácilmente de él con nuestra ayuda- (…) y, por último, si postulamos que este universo del libro es una herencia que nos ha sido dada para enriquecerla antes de ser transmitida a otros, entonces la partida no ha terminado».
No, la partida no ha terminado mientras haya editoriales como las de Barrio de Libros, librerías a las que premiar como Disidentes y lectores como tú, querido, que has llegado hasta aquí, no ha hecho más que empezar.
Si queréis saber qué es Barrio de Libros, qué somos, y contribuir a correr la voz de la disidencia, aquí tenéis su manifiesto.

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